Cuando uno trabaja y no gana mal, puede darse el lujo de almorzar donde se te de la gana. No tanto asi como donde se te da la gana, pero al menos en el centro de Santiago se consigue todo tipo de almuerzos por 2 lucas hacia arriba. No es necesario ir al
Da Carla. Ayer por ejemplo, difrutamos de un buen almuerzo en el barrio Lastarria. Hoy, un encantador medio dia en la cafetería del
Museo de Bellas Artes. Asi, puedo seguir mencionando lugares, picadas y otros: El
Homero con su buena cocina y su acústica indeseable, el
221 con su ubicación freak, la
Primera Compañía de Bomberos y su mesón de ensaladas, el
Ají Seco y sus interminables paneras y salsas o el folklórico y llenador
Pepo's. Cada uno con su encanto, con buenos precios y variados menúes (¿se escribirá así el plural de menú?).
Hoy pensaba eso, en la capacidad actual de bien alimentarse, mientras conversaba con mi amigo Guayo durante nuestro encuentro de squash mensual. Cada vez jugamos menos. Según el, una de las causas de su exceso de peso fue la mala alimentación durante la época universitaria. Y ahi se me vino a la memoria una época de irracional consumo de carbohidratos.
Cuando había plata, producto de algún golpe de suerte, algún padrino dadivoso o la paga mensual por la ayudantía de Laboratorio, partíamos a las 9:30 con el famoso Queso Caliente. Tan simple como una marraqueta con un par de láminas de queso, envuelto en el tradicional papel café, calentado en microondas. Nos seguía un séquito de gatos que se peleaban el queso que quedaba pegado en el papel. Aunque a veces el hambre nos hacía mordisquear hasta el último pedazo de queso y postergar a nuestros amigos felinos. Si la plata era mucha, y el derroche inevitable, podíamos agregar jamón a la mezcla. Sublime. Si había menos plata: "Queso de Ayer". La misma preparación algo más añeja y latiguda.
A la hora de almuerzo, la oferta era variada. Pero quedemonos con la chatarra. Una chaparrita, mezcla de masa de hoja con queso radiactivo y media vienesa, con litros de aceite y procedencia dudosa. O una rica empanada de pino, con muchísima cebolla, una famélica aceituna y la ausencia total de huevo duro. O vayamos al casino del Turco Claudio, a disfrutar de un completo, un barros jarpa, un barros luco, un chemilico o simplemente un pan con huevo. La última era mi opción favorita: un huevo frito, en la parrilla de carnes, en medio de una frica. Por solo $180. En realidad era barato, muy barato.
Que manera de alimentarse mal. Al final del día, llegando a casa tipo 10, con un hambre voraz, mi plato favorito eran los fideos con crema. Espirales, crema nestlé y cubos de queso gouda. Medio paquete al menos. No se como sobreviví. No se como tengo hígado. Ahora no podría llevar un training alimenticio similar. Independiente que los años no pasan en vano, no era forma de alimentarse. Pero asi es la vida del estudiante.